A veces
las películas ponen el foco, desde su primer minuto, en alguna característica
de su protagonista y así van construyéndose mientras giran en torno a ese hecho
diferencial del que el espectador nunca podrá apartarse del todo. En ocasiones
esa peculiaridad tiene que ver con la boca.
Bohemian Rhapsodycumple
ambos presupuestos. Su realizador Bryan Singer (X-Men, Superman Returns) nos
advierte desde el principio que su historia tiene que ver con alguien peculiar
que, además, tiene una boca muy especial. Casi desde la primera imagen, lo que
vemos del líder del grupo Queen, Freddy Mercury, es un primer plano de su
característico bigote y pronto descubriremos de él una dentadura que, a duras
penas, es capaz de encerrar en su boca.
Y es que
así era Fredy Mercury, un chico nacido en el entonces protectorado británico de
Zanzíbar en 1946 que, tras haberse trasladado con su familia a vivir a Londres
cuando tenía 18 años, un buen día decidió dedicarse al rock and roll y se
postuló para formar parte de una banda llamada, curiosamente, Smile, que
acababa de quedarse sin cantante.
Smile, del
que el logotipo que aparece en la película es una enorme boca sonriente, estaba
formada por Brian May (guitarra), Roger Taylor (batería) y Tim Stafell (bajo y
voz). En marzo de 1970 este último dejó la banda, lo que permitió que Freddy
Mercury se convirtiera en vocalista y que el bajista John Deacon entrará a
formar parte de la misma como el cuarto miembro de Queen.
Bohemian Rhapsody
dedica una mención especial a la constitución de la boca de Mercury cuando el
joven, que entonces todavía conservaba su auténtico nombre, Farrokh Bulsara, sorprende
con su voz a los dos miembros de Smile, que todavía no estaban demasiado
convencidos de admitirle en el grupo. Es entonces cuando Mercury explica el
secreto de su potencial vocal, tiene cuatro incisivos más que lo normal.
¿Qué hay
de cierto en esta afirmación? Posiblemente no demasiado desde el punto de vista
médico, donde algunos especialistas atribuyen la característica voz de Mercury
a las cuerdas vocales “falsas”, que el líder de Queen utilizaba de manera
extraordinaria. Fuera acertado o equivocado, lo cierto es que Mercury, a pesar
de los complejos, nunca se deshizo de sus incisivos de más.
Con el
paso del tiempo, el polifacético cantante decidió que aquella enorme e
irregular dentadura formaba parte de su personalidad. De ahí la respuesta en
una rueda de prensa a un periodista que se interesa por el hecho de que no se la
haya arreglado a pesar de su éxito. Para entonces la seguridad de Mercury en sí
mismo y en su fama arrolladora le permiten bromear con el estado de la salud
bucodental en Inglaterra.
Sobre la
utilización de la prótesis dental que acentuara su parecido con el original
habría que preguntarle a Rami Malek, el actor norteamericano de origen egipcio
que le ha dado vida en la pantalla. Él mismo ha asegurado que tuvo que ensayar
con la prótesis y que, mientras rodaba Papillon, su anterior película,
practicaba cada día en el tiempo libre que le quedaba. Un molde especial,
adaptado a la dentadura de Malek, y muchas horas de estudiar los movimientos y comportamientos
del original, permiten que, a partir de ahora, la fisonomía del actor y del
cantante se intercambien mutuamente, como le pasó a Derek Jacobi con Francis
Bacon, a Meryl Streep con Margaret Thatcher, a Val Kilmer con Jim Morrisono a
Angela Bassett con Tina Turner, entre otros muchos.
Podría
parecer que la vinculación de Bohemian Rhapsody y el mundo de la odontología
terminaría aquí, con esa peculiar dentadura de Freddy Mercury, esa cavidad
bucal que ha determinado algunos de los himnos más cantados en el siglo XX y en
lo que va del XXI y ese primer grupo llamado Smile e identificado con una
enorme sonrisa. Pero aún queda un secundario. Se trata de Roger Taylor, el
rubio batería de Queen que, en 1967, se trasladó a Londres para estudiar en el
London Hospital Medical College y convertirse en dentista. Tanto él como el
guitarrista Brian May (astrofísico), acabaron sus estudios e incluso se
doctoraron, pero Queeny la pasión de ambos por la música fueron más fuertes que
la odontología y la astrofísica.