DE ROY ANDERSSON
Andersson nació en Gotemburgo (Suecia) en 1943 y sus primeras aproximaciones al cine se centraron en temáticas mucho más realistas y costumbristas que las que han inspirado su cine del siglo XXI. Entre aquellos principios y su cine de la actualidad median cientos de anuncios publicitarios, una tarea que ha llevado a cabo con auténtica maestría, hasta el punto de que Ingmar Bergman lo considerara “el mejor realizador de anuncios de todos los tiempos”. Claro que cuando le han preguntado por ésta afirmación a Andersson él, de manera reconocidamente incorrecta y posiblemente con cierta dosis de humor, ha asegurado que la mejor película del autor de El séptimo sello era peor que sus anuncios.
De cualquier forma lo que sí ha hecho Andersson ha sido combinar esos maravillosos anuncios con una producción cinematográfica altamente personal. En 2000 Roy Andersson decidió emprender una Trilogía sobre la existencia, compuesta por Canciones del segundo piso (2000), La comedia de la vida (2007) y Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia (2014). Ahí podía haberse quedado todo, porque en esos tres títulos ya parecía haber quedado claro lo que el realizador sueco piensa de la condición humana, pero en 2018 decidió salirse de los límites de la trilogía anunciada y añadió al proyecto un título más: Sobre lo infinito.
Contemplar el cartel de Sobre lo infinito lleva directamente a pensar en artistas como Chagall. En él una pareja abrazada sobrevuela los tejados de una ciudad en ruinas. Pero esa secuencia no es sino uno de los muchos referentes artísticos que componen el filme. Porque así está dividido Sobre lo infinito, en una colección de secuencias a modo de cuadros que nos llevan de Chagall a Hopper y que nos hacen pensar en el mundo del arte a través de composiciones hieráticas y pensadas e iluminadas hasta el más mínimo detalle. Los interiores que compone Andersson son ambientes fríos, casi congelados, con una luz mortecina y azulada. Los exteriores resultan igual de fantasmagóricos y los personajes se mueven a cámara lenta preguntándose en voz alta por el sentido de la vida, por la pérdida de su fe, o simplemente expresando a gritos que la vida es fantástica mientras alrededor una serie de personajes abatidos y quietos apenas si se inmutan.
Precisamente es en esa secuencia en la que resuenan unos gritos de felicidad que difícilmente expresan lo que dicen, donde podemos ver a un hombre algo desaliñado, con una bata blanca desabrochada y con la mascarilla por debajo de la barbilla. En el interior de ese bar en el que un hombre repite que la vida es maravillosa aparece ese dentista más aficionado a la bebida que al desarrollo de su profesión. Andersson ha creado para él un espacio especial y lo retrata en el bar mostrando su afición a la bebida y evidentemente abatido. Pero ese doctor sin nombre también aparece en su consulta. Allí un paciente nervioso y aterrorizado con las agujas se niega a utilizar anestesia, aunque tampoco podría soportar una intervención sin ella. La situación acaba con la paciencia del dentista que decide rebelarse contra él y opta por marcharse y dejarlo allí. El realizador sueco combina el drama y la comedia para fotografiar una situación que supera a sus principales protagonistas. Sobre el infinito presenta así un mundo totalmente desesperanzado aunque, de vez en cuando, Andersson regale al espectador algunos detalles tiernos como el de ese padre que se agacha pausadamente para atarle el zapato a su hija pequeña.
Thore Flygel interpreta al dentista en Sobre el infinito. Andersson ha creado para él unas secuencias específicas e inolvidables, y lo mismo que hace con el dentista sin paciencia ni tacto ante un paciente problemático, repite con un sacerdote que pierde la fe y acude llorando al psiquiatra, ante el menosprecio del profesional y de la enfermera que consideran que ya es hora de cerrar la consulta y le acompañan a la puerta a pesar de los gritos y sollozos del paciente. Queda claro que Sobre lo infinito se agarra a los detalles, a algunos problemas cotidianos de un primer mundo que parece adentrarse cada vez más en el surrealismo, y entre sus personajes ese dentista anónimo forma parte de esa sociedad que va mostrando ante el espectador los dolores del cuerpo y también los del alma.