lunes, 30 de septiembre de 2013

LOS MISERABLES

La práctica de la compraventa de dientes era habitual en el momento en el que se publicó la novela de Víctor Hugo. Tom Hooper recupera el interés de los hermosos incisivos de Fantina para la gran pantalla


La pérdida de algún diente auguraba la despedida de la juventud, de la belleza y de las posibilidades de salir de la miseria



 En 1815 un presidiario llamado Jean Valjean obtiene la libertad condicional después de diecinueve años de condena por un delito menor. Aquel mismo año Napoleón Bonaparte pierde la batalla de Waterloo y los campos de esa ciudad belga se llenan de cadáveres de jóvenes soldados. En 1862 el escritor francés Víctor Hugo publica su novela Los Miserables a través de la que va siguiendo los pasos del exconvicto Valjean, mientras retrata un país en plena descomposición interna..
  La adaptación musical de la obra de Víctor Hugo se estrena en París en 1980 y treinta y dos años más tarde, en 2012, Tom Hooper, el oscarizado director de El discurso del rey, acepta el reto de llevar al cine uno de los musicales de más éxito de la historia. En el reparto figuran, entre otros, Hugh Jackman (en el papel de Valjean) y Anne Hathaway (en el de Fantina).
  Para conocer en profundidad a ambos personajes seguramente hay que acudir al relato literario. Víctor Hugo fue quien creó a ambos, pero también narró la batalla de Waterloo, y sobretodo habló de las miserias de un tiempo en el que la gente vendía lo que fuera con tal de sobrevivir:
  -“¡Hermosos dientes tenéis, joven risueña! Si queréis venderme los incisivos, os daré por cada uno un napoleón de oro.
  -¿Y cuáles son los incisivos? -preguntó Fantina.
  - Incisivos -repuso el profesor dentista- son los dientes de delante, los dos de arriba.
  - ¡Qué horror! -exclamó Fantina”.
   Así lo contó el escritor y la verdad es que, aunque le horrorizara, Fantina vendió sus dos incisivos, porque quería salvar a su hija y necesitaba el dinero. Claro que, vendiendo sus dientes también consiguió las burlas de lo que Víctor Hugo llamaba “esos jóvenes ricos y ociosos que abundan en las ciudades pequeñas” algunos de los cuales le recordaba cada vez que la veía:  "¡Qué fea eres! No tienes dientes".
   En la película de Tom Hooper los escalones que va descendiendo Fantina hasta su total destrucción se detienen en la venta del pelo y de los dientes. La fealdad que esta última práctica provocaba era evidente para todo el mundo y de ahí que alguien le recomiende al comprador de dientes que no le extraiga las piezas anteriores,  para que no pierda del todo su belleza, y extraiga las siguientes, es decir premolares o molares. De esta manera al menos tendría ciertas posibilidades de seguir ganando algo de dinero dedicándose a la prostitución.
   La práctica de la compraventa de dientes todavía era habitual en el momento en el que se publicó la novela original y mucho más a principios del siglo XIX. En un tiempo en que los materiales para fabricar dientes artificiales no se había desarrollado del todo, los dientes humanos eran la mejor alternativa y su precio se encarecía o se abarataba en función de la oferta y la demanda. La guerra y la paz contribuían a esa fluctuación. El campo de batalla después de la tragedia se veía como un inmenso vivero en el que obtener excelentes piezas dentales y, durante mucho tiempo, las dentaduras artificiales que ofrecían un aspecto joven y sano fueron conocidas como Dientes de Waterloo. Pero también los dientes de “los miserables” vivos como Fantina eran codiciados. En esos casos su pérdida auguraba una despedida de la juventud, de la belleza y, en último término, de las posibilidades de salir de la miseria. Así, cuando Anne Hathaway entra en ese camino sin retorno, interpretará  “I dreamed a dream”, uno de los temas más conmovedores la película.



 Director: Tom Hooper / Intérpretes: Hugh Jackman, Russell Crowe,
 Anne Hathaway, Amanda Seyfried, Eddie Redmayne, Samantha Barks,
 Helena Bonham Carter / País: Reino Unido / Año: 2012 / Duración: 152 min /
 Guión: William Nicholson / Fotografía: Danny Cohen / 
Música: Claude-Michel Schönberg.


Hugh Jackman sufre la desesperación en una de las escenas de la película.

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