Hay frases que acompañan a la historia del cine desde casi su nacimiento.
Afirmaciones como “yo voy al cine a pasármelo bien” o “ya no se
hacen comedias como las de antes”, que en una
vertiente más cinéfila llevaría a comparar a Billy Wilder con Dios, son un buen
ejemplo de ellas. Dejando a un lado la discutible veracidad de ambas
declaraciones la realidad es que hay películas que parecen “gustar a todo el mundo”.
Flor de Cactus de Gene Saks cumple con todos los preceptos
anteriores. Es una comedia de antes, concretamente de 1969, y está hecha al modo de las de Billy Wilder (la historia
fue escrita por uno de sus colaboradores habituales I.A.L. Diamond con quien
Wilder trabajó en guiones como Con
faldas y a lo loco, El apartamento o Primera plana). Y si de
lo que se trata cuando se habla de pasárselo bien es de sonreír y de reír, un tanto
por ciento muy elevado de espectadores estará de acuerdo en que Flor de cactus es una película que cumple ambos requisitos y que “se puede recomendar”.
Basada en una obra de teatro
francesa, Flor de Cactus transcurre durante buena parte de su metraje en
la consulta de un dentista, la del
doctor Winston, una especie de play boy con una curiosa filosofía de la vida que da un giro de ciento ochenta grados
al tópico del hombre casado que esconde
su alianza. El doctor Winston es todo lo contrario. Se trata de un hombre
maduro, soltero y que se crea una supuesta familia para eludir los compromisos
que pudieran surgir de sus múltiples y
breves relaciones. Interpretado por
Walter Matthau (otro habitual de Wilder), el dentista “mentiroso” acabará por caer en su propia trampa y tendrá que inventarse una vida con esposa y tres hijos
si no quiere defraudar a su última conquista, una jovencísima Goldie Hawn que está dispuesta a todo por él.
Pero ¿quién o qué es la flor de cactus en toda esta historia? Pues
una metáfora personificada en el personaje
que interpreta Ingrid Bergman, Stephanie Dickinson, una enfermera sueca que
trabaja hace muchos años con el
doctor Winston y sobre cuya mesa descansa una pequeña y lánguida planta
de cactus que irá mejorando de aspecto conforme la
película se vaya acercando a su
desenlace. La señorita Dickinson está enamorada de su jefe y éste no se ha dado cuenta de que, con el paso de los
años, se ha hecho imprescindible
tanto en su vida como en su consulta. Demasiado ocupado en sus aventuras, el
doctor Winston tardará en descubrir
que algunos cactus dan flores.
La película de Saks, además de una comedia romántica supone todo un paseo por la estética de los años sesenta. La música, la forma de vestir, los decorados de
interiores y, por supuesto, la consulta de un dentista norteamericano como el
doctor Winston. Matthau se maneja con el instrumental como un auténtico odontólogo y Bergman es capaz de realizar radiografías a sus pacientes como si hubiera estudiado para
ello. Goldie Hawn, que empezaba en el cine con esta interpretación, consiguió con Flor de Cactus un Oscar a la Mejor
Actriz de Reparto. Su estilismo, propio de unos años 60 hippies y coloristas, se une a otros detalles
característicos de aquel tiempo como las
versiones de los Monkees o el impagable baile que inventa Ingrid
Bergman, siguiendo los movimientos de la extracción de una muela, durante su noche estelar en una
discoteca repleta de lámparas
Tiffany (un objeto que, por cierto, tiene su nexo de conexión con la odontología ya que uno de sus mayores coleccionistas fue el
doctor Egon Neustadt, un ortodoncista que compró cientos de ellas y montó una valiosa colección).
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Director: Gene Saks / Intérpretes: Walter Matthau, Ingrid Bergman,
Goldie Hawn, Jack Weston, Rick Lenz, Vito Scotti, Irene Hervey,
Eve Bruce, Irwin Charone, Matthew Saks / País: Estados Unidos / Año: 1969 /
Duración: 103 min / Guión: I.A.L. Diamond (Obra: Abe Burrows) /
Productora: Columbia Pictures / Género: Comedia romántica |
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Escena de la película |
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