viernes, 30 de noviembre de 2012


CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE


Los protagonistas de esta película repleta de referencias bucodentales son los hijos de un dentista y de un fabricante de pasta de dientes


El anciano señor Wonka no reconoce a su hijo Willy hasta que lo tiene sentado en el sillón de su consulta y observa su dentadura



   La palabra tabú para Willy Wonka, el protagonista “adulto” de Charlie y la fábrica de chocolate, es “padre”. Y es que el padre del personaje que interpreta Johnny Depp en la película de Tim Burton es de los que dejaría huella en la mente de cualquier niño. Se trata del dentista más famoso de la ciudad, como él mismo se autoproclama, y sus métodos le llevan a colocar unas enormes fuerzas extraorales y aparatos a su hijo para corregir su maloclusión y de paso evitarle cualquier contacto con el mundo de las chucherías. Para él, las piruletas son brochetas de caries, los caramelos se pegan peligrosamente a los brackets y los dulces son monstruosidades de las que hay que alejarse.
   El problema es que Willy es un niño mucho menos preocupado por su salud dental que por conseguir comerse una chocolatina. Así que la tragedia infantil está servida, y de ahí al trastorno psicológico sólo hay un paso, el que media entre encontrarse recogiendo entre las cenizas de la chimenea los caramelos que su padre le ha tirado al fuego y convertirse en el propietario de la mayor fábrica de chocolate de la historia.
   Tim Burton (Sleepy Hollow, La novia cadáver, Alicia en el país de las maravillas, Frankenweeniese acercó en 2005 al mundo del escritor británico Roald Dahl, autor de la novela Charlie y la fábrica de chocolate (1964), porque seguramente contenía todos los elementos por los que se ha sentido siempre atraído: fantasía, crítica social y unos personajes sobre los que verter su portentosa imaginación.
   Los protagonistas son de carne y hueso, pero muy bien podían pertenecer al territorio del dibujo y la animación: una casita de cuento donde apenas caben Charlie, sus padres y sus cuatros abuelos, una enorme fábrica repleta de todos los dulces imaginables donde habita un chocolatero (Johnny Depp) con aspecto de roquero a lo Marilyn Manson -cuyo nombre se barajó para el papel-, junto a una colección de personajes difíciles de definir, conocidos como los Oompa Loompas, y cuatro niños ricos y mal educados -Augustus Gloop, el gordito con una dieta a base de carne y chocolate; Veruca Salt, la niña malcriada que siempre quiere más; Violet Beauregarde, masticadora de chicle y obsesionada por batir
récords, y Mike Teavee, un loco de los videojuegos-.

MUNDO FANTÁSTICO
   El universo de Dahl estaba creado sin duda a la medida de Tim Burton. Por eso el realizador le pidió a su guionista, John August, que se olvidara de las adaptaciones que se habían hecho de la obra literaria y fuera directamente al origen para sacar de allí el mundo fantástico que él siempre reclama. A partir de ahí, Burton creó sus propios Oompa Loompas, unos decorados coloristas y unas coreografías repletas de imaginación. 
   La fábrica de chocolate de Willy Wonka podría ser un sueño fantástico pero, como pasa siempre con la sobreabundancia, se convierte en un cuento de terror para quienes solo se ven a sí mismos y en una jaula de oro para su creador. Solamente Charlie, el niño pobre y curioso se salva de esta quema generalizada. Él hace las preguntas claves a Willy Wonka: ¿Cómo era de pequeño? ¿Se acuerda del primer caramelo que se comió?, y es capaz de renunciar a lo que desea.
   Pero, como de lo que se trata en la película es de padres, también habrá que mencionar al de Charlie, el señor Bucket, quien por cierto es el único que no acompaña a su hijo a la fábrica de chocolate, hasta donde el niño irá con su abuelo. La tecnología lo ha desplazado de su trabajo y una máquina le ha
sustituido en la fábrica de pasta de dientes Smilex -paralelismo paterno entre los padres de los protagonistas: un dentista y un fabricante de pasta de dientes, ambos defensores de la salud dental-.
   Charlie y la fábrica de chocolate está repleta de referencias bucodentales para analizar. Tan solo recordar cómo el anciano señor Wonka (Christopher Lee) no reconoce a su hijo hasta que lo tiene sentado en el sillón de su consulta y observa su dentadura: “No he visto unos premolares como estos.... ¡Willy!”.







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