martes, 30 de octubre de 2012

LES HERBES FOLLES
UNA DENTISTA CON GANAS DE VOLAR


Marguerite, una mujer con una cabellera roja bastante indómita y nada convencional, es una dentista que provoca dolor a los pacientes, de los que la cámara recoge sus manos en alto y sus quejas



La protagonista prefiere pilotar un avión a insistir un día tras otro en la rutina de su consulta y de su vida cotidiana




   Las hierbas que aprovechan cualquier resquicio entre el asfalto, que no salen donde tienen que salir sino donde pueden, en francés se denominan hierbas locas (folles), como el título original de la última película de Resnais, Les herbes folles o Las malas hierbas si acudimos al título en español. El amor del que habla el cineasta en una de las pocas adaptaciones literarias que ha hecho a lo largo de su vida profesional, y está a punto de cumplir los noventa años, también es “loco” (fou) y un poco surrealista, como le gusta a Resnais, un declarado seguidor de André Breton y de su manifiesto.
   Así que entre tanta locura no es de extrañar que Las malas hierbas comience deteniéndose en unos pequeños fragmentos de asfalto resquebrajados por la fuerza de la naturaleza y termine con la aparición
de un personaje nuevo, que muy bien podría enlazar con una nueva historia. “Est-ce que quand je serai un chat je pourrai manger des croquettes?” (“¿Cuándo sea un gato podré comer galletitas?”). La frase, que también aparece en la novela El incidente de Christian Gailly, en la que se basa la película, no tenía en el libro el peso que adquiere en el filme, pero aquí sirve de nexo para presentar a otra mala hierba -o quizás la misma-, a otro personaje femenino, el de Marguerite Muir, la protagonista de Las malas hierbas.
   Resnais empieza su relato en el suelo, con una cámara siguiendo los zapatos de los transeúntes de la ciudad, y casi lo termina en el cielo, el lugar donde Marguerite se siente feliz, pilotando un avión. Entre ambas situaciones nos presenta a unos personajes nada típicos y poco dados a los encasillamientos. Marguerite, una mujer con nombre de flor, como seguramente no podía ser de otra manera, se gana la vida como dentista y comparte la consulta con otra compañera más joven que ella. Su título lo obtuvo en la Universidad de París, aunque si se les preguntara a sus pacientes seguramente no responderían con el ansiado “no he sentido nada”. Y es que Marguerite Muir, una mujer con una cabellera roja bastante indómita y nada convencional, provoca dolor a sus pacientes y la cámara recoge sus manos en alto y sus
quejas. “Casi está acabado”, dice ella, mientras continúa insistiendo hasta provocar el descontento “!Qué barbaridad!”, se lamenta uno de sus sufridos pacientes que seguramente no volvería más por allí de no sentirse atraído por la singularidad de su dentista.

EL ROBO
   Y es que Marguerite prefiere pilotar un avión que insistir un día tras otro en la rutina de su consulta y de su vida cotidiana. Por eso no tiene ningún inconveniente en abandonarlo todo y dejar que los pacientes hagan cola ante su puerta, aunque a alguno de ellos se le refleje el dolor y una evidente hinchazón en la cara. Para ella las cosas empezarán a cambiar a partir de un incidente: el robo de su bolso y la posterior devolución de su cartera por parte de un desconocido. 
   Por suerte para los pacientes, Marguerite, más luminosa y decorada con unos dibujos coloristas de los Beatles, ejerce su compañera. Allí el ambiente que se respira es más tranquilo y ella se encarga de hacer el trabajo de ambas mientras la mujer del cabello rojo y alborotado se va alejando del instrumental de su consulta y adentrándose en la vida del desconocido.
   Las malas hierbas está repleta de guiños al mundo del cine. Al fin y al cabo Resnais es parte de la memoria viva de la historia del cine. Así que algunos han querido ver en el nombre de la propia protagonista, Marguerite Muir, una referencia a El fantasma y la señora Muir, de Joseph Mankiewicz, la historia de una mujer capaz de ver a un espíritu que nadie percibe. Y, naturalmente, el director de Hiroshima, mon amour acude a una sala de cine como lugar de encuentro y allí sus dos protagonistas se dan cita mientras en el interior se proyecta Los puentes de Toko-Ri, una película protagonizada por un aviador americano enfrentado a sus propios miedos.
   Resnais renuncia a que los espectadores descubran a sus personajes antes de entrar a ver la película. Y por eso el cartel anunciador es tan sugerente como misterioso. El dibujo de un cuerpo femenino cuya cabeza es una especie de arbusto rojo y un cuerpo masculino con cabeza vegetal. No tienen rostros, tan solo son “hierbas enloquecidas”.












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