domingo, 30 de septiembre de 2012

EN UN MUNDO MEJOR

El protagonista, Elías, que lleva una placa de Hawley, es objeto de burla debido a la protrusión y separación de sus incisivos superiores. Los compañeros de clase le insultan llamándole “cara de rata”

Creo que la directora no pidió asesoramiento en materia dental... No parece probable que en un país nórdico, en pleno siglo XXI, se proponga una plaquita de Hawley para tratar lo que parece ser una Clase II importante. ¿No han oído hablar de brackets en Dinamarca?


Anton, un comprometido médico danés, ejerce su profesión en un campo de refugiados en África. Está separado de su mujer y tiene dos hijos. El mayor de los chicos, Elías, sufre acoso escolar por parte de unos matones de su colegio. Un día llega a su escuela Christian, un chico tímido y algo extraño, huérfano de madre, que le ayuda, y llega a amenazar con un cuchillo al cabecilla de los agresores para que deje de molestar a Elías.
Éste se convierte en amigo inseparable del recién llegado. Anton vuelve regularmente a Dinamarca para visitar a sus hijos. En una de estas visitas, mientras pasa un rato con sus hijos y Christian, es agredido por un individuo delante de los chicos. Él opta por no entrar en el juego del agresor y no pelea con él, lo que desconcierta a Elías y Christian, que piensan que su actitud ha sido cobarde.
Ante esta situación, y para demostrar a los chicos que no tiene miedo, Anton los lleva frente al agresor, intenta hablar con él y este le vuelve a golpear. Anton les explica que su actitud violenta es el comportamiento de los débiles... Pero Elías, y sobre todo Christian, no acaban de entenderlo y deciden vengarse por su cuenta del individuo que ha abofeteado al padre de Elías. Este camino hecho de venganza y rabia traerá consigo graves consecuencias.
Confieso ciertos prejuicios que tengo cuando voy a ver películas que han recibido algún Oscar. Esto hace que aumenten nuestras expectativas y al final salgas decepcionado. En esta ocasión, reconozco que esta película me ha gustado y me ha dado ocasión de reflexionar y ha sido tema de muchas conversaciones con amigos. La película discurre entre dos culturas muy distintas. Dinamarca,un país civilizado, donde parece que la vida debería ser casi perfecta, y un campo de refugiados en África, donde la violencia, la venganza, el sufrimiento y el dolor es lo que marca su día a día.
Vivimos tantas situaciones de este tipo en nuestra vida diaria que terminamos poniéndonos una coraza y no viendo ni escuchando: guerras, torturas, violencia, venganzas, tantas cosas que nos hacen sentir mal y ante las que preferimos cerrar los ojos solo por poder seguir adelante. Ante esto tenemos la excusa de la distancia, pero ¿qué ocurre cuando la violencia se desata en nuestro mundo civilizado? ¿También hemos llegado a acostumbrarnos al acoso que sufren muchos niños en nuestro perfecto y avanzado mundo? ¿Cómo reaccionamos? ¿Poniendo la otra mejilla como el padre de nuestro protagonista o vengándonos, como planea su amigo? ¿Ningún camino es bueno? Pero vayamos al tema de esta columna, en esta ocasión los dientes. Nuestro protagonista, Elías, es objeto de burla debido a la protrusión y separación de sus incisivos superiores. Los compañeros de clase le insultan llamándole “cara de rata”. Elías lleva también un aparato: una placa de Hawley.
Y aunque en nuestra película no aparece el dentista que supuestamente trata a Elías, si que voy a hablar de ese invisible profesional. Sinceramente creo que la directora no debió de preocuparse mucho por este asunto y no pidió asesoramiento. No parece probable que en un país como Dinamarca, en pleno siglo XXI, se proponga una plaquita de Hawley para tratar lo que parece ser una Clase II importante. ¿No han oído hablar de brackets en Dinamarca? En fin, admitamos la placa de Hawley.… Lo que ya es más difícil de creer es que después de que al niño le explote una bomba, la placa de Hawley ni se mueva. Más tarde hospitalizan al niño, está en coma, le hacen todo tipo de pruebas y... allí sigue su aparato: es como el 007 de los aparatos ortodónticos, ¡ni se despeina!
¿Aparatos a prueba de bombas? Vale, reconozco que me da envidia. Todos tenemos pacientes rompetechos que rompen o pierden cualquier cosa que les pongamos. Que me explique la directora de la película qué dentista coloca esas placas. ¡Mañana mismo me voy a Dinamarca para aprender esa técnica!

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