Dentista y barbero en un pueblo del Oeste
Que el western es siempre una alternativa cinematográfica
sugerente y que sigue interesando a los
cineastas actualmente lo demuestran películas como El asesinato de Jesse James
por el cobarde Robert Ford (2007), Appaloosa (2008) o Valor de Ley (2010),
entre otras muchas. Clint Eastwood es uno de los actores/directores que más y
mejor puede hablar al respecto. En 1992 dirigió Sin Perdón y, siete años antes,
El jinete pálido, sin duda una reactualización del género protagonizada por él
mismo en el papel de una especie de predicador que animará a un grupo de
mineros a que persistan en la defensa de sus tierras frente a un malvado
magnate que pretende dominarlos. Como no podía ser de otra manera, el pacífico
predicador resulta tener un pasado pistolero y manejar las armas mucho mejor de
lo que preveían sus enemigos.
El jinete pálido toma mucho de Raíces profundas (1953) de
George Stevens. En ambos casos se trata de un forastero que llega a un pueblo y
su presencia impacta de diferentes maneras en la vida de los distintos miembros
de la comunidad.
Buscadores de oro, hombres armados, duelos, hombres con
largas gabardinas, tiroteos y sombreros tejanos… El jinete pálido constituye un
relato en el que no falta ninguno de los elementos esenciales en cualquier
película del oeste. Por eso en ese pueblo polvoriento por el que se mueve Clint
Eastwood de manera parsimoniosa también hay un dentista barbero, interpretado
por Mike Munsey.
La cámara se detiene en varias de las secuencias y permite
contemplar los letreros dibujados en las fachadas de las casas de madera que
ocupan los dos lados que una calle que a lo mejor es la única del pueblo y sin
duda es la principal. Allí se encuentra un gran letrero que pone “Miners”, otro
que anuncia “Liquors Minors” o “Drug Store” y al final de la calle aparece el
lugar de trabajo del personaje al que Mike Munsey, el barbero de la localidad
pero sobre todo el dentista. Así se señala en letras enormes “Dentist”, debajo
de las que aparecen otras “barber”, mucho más pequeñas pero que dejan claro que
el doctor también puede afeitar a sus parroquianos.
El jinete pálido deja claro que cualquier pueblo del Oeste
que se precie ha de tener su salón, su hotel, su tienda de licores y,
naturalmente su dentista.
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