Es más que probable que, cuando a un espectador se le pregunta por la última película que recuerda haber visto sobre dentistas en lo primero que piense sea en alguna que haya sido protagonizada por alguien que se parece a ese profesional al que acude con frecuencia para garantizarse una boca sana y atractiva.
Pero existe un campo dentro de la odontología a la que el cine se aproxima cada vez con más frecuencia: la odontología forense. No es ninguna novedad el encontrarse ante títulos que echan mano de los profesionales que se dedican a ello porque, a medida que la ciencia ha ido avanzando, los odontólogos forenses han ido adquiriendo mayor peso en la resolución de crímenes y de misterios. Y esto ha provocado que se fijen también en esta especialización los relatos cinematográficos.
Los dientes se han convertido en un elemento fundamental para los guionistas, ya que su estudio les permite que sus personajes vayan un paso más allá, hasta ese lugar en el que los espectadores se encuentran perdidos por falta de conocimientos técnicos. Allí donde acaba el poder de las descripciones a simple vista, de las documentaciones, de los reconocimientos por parte de los familiares, de las fotografías, de las fichas policiales, de las radiografías, de las huellas dactilares, de los tatuajes, de los huesos y de todo lo que se precisa para una correcta identificación, empieza el poder de los dientes.
Los cineastas Jean Libon e Yves Hinant lo saben perfectamente. De hecho utilizan el recurso a menudo. Ambos llevan mucho tiempo trabajando en el territorio del documental televisivo y son bien conocidos por una serie llamada Strip-Tease, que empezó a emitirse en Bélgica en 1985 y que, desde los años 90, llega también al público francés. En su incursión en el mundo del cine, con una película que lleva por título “Ni juge, ni soumise”, se adentran en unos juzgados y muestran algunos de los trabajos que se llevan a cabo allí. El lugar en el que se coloca fundamentalmente la cámara es el despacho de una juez, una singular profesional a la que veremos conducir de forma despistada su dos caballos por las calles de Bruselas, y que es la encargada de resolver casos con una inusitada soltura y un comportamiento nada habitual. Su nombre es Anne Gruwez. Ejerce como juez, también en la vida real. De hecho el trabajo de los dos realizadores se presenta en todo momento como documental y fía en la naturalidad y autenticidad de sus no actores, el principal peso del experimento.
La señora Gruwez, cuya colección de enormes y vistosos pendientes parece no tener fin, toma constantemente decisiones que alterarán la vida cotidiana de quienes se presentan ante ella. Sus juicios enviarán a la cárcel o dejarán en libertad a decenas de presuntos ladrones, maltratadores o asesinos. Pero su trabajo también consiste en garantizar que se cumplan los protocolos necesarios para que se analice un cadáver y se tomen esas muestras dentales que permitirán realizar correctamente las pruebas de ADN que, en muchas ocasiones, ayudan a resolver delitos. Para ello ordenará exhumaciones a las cuales acudirá ella misma demostrando con su comportamiento una inusitada sangre fría (no exenta a veces de cierto humor negro), y un aclimatamiento a arduas tareas, fruto probablemente de la costumbre. Fragmentos de huesos y piezas dentales son los elementos que puede aportar un cadáver para ofrecer más pistas a los investigadores. La señora Gruwez y su equipo lo saben y acuden a donde haga falta con tal de encontrar la manera de resolver misteriosos casos que se cometieron hace muchos años, en unos tiempos en los que las posibilidades de los análisis dentales, o no se conocían o estaban mucho menos desarrolladas.
De eso va ni Juge, ni Soumise, la película de Libon y Hinant que este año compitió en la Sección Oficial del festival de cine de San Sebastián y que en realidad no es sino un recorrido por algunos de los casos de esta nada convencional juez. En un tono que tiene tendencia a bascular entre el humor negro y el absurdo, la película echa muy a menudo mano de esos análisis dentales para tratar de resolver casos actuales, pero también algunos que se habían quedado ya olvidados en las interminables estanterías de los archivos policiales.
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Título original: Ni juge, ni soumise; Año: 2017; Duración: 99 minutos; País: Bélgica; Dirección: Jean Libon, Yves Hinant; Reparto: Documentary, Anne Gruwez, David Derumier, Serge Graide, Marc Slavic, Eddy Wilmet; Productora: Coproducción Bélgica-Francia |
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