Consiguió
el Premio del Público en el festival de Toronto y en el de
San Sebasti
án,
nominada a 7 Oscar, ( de los cuales se alzó con dos), logró también el premio al
Mejor Gui
ón
en el Festival de Venecia, y sigue recibiendo premios y, sobre todo, el inter
és del p
úblico. Las afueras a
las que se refiere la pel
ícula de Martin McDonagh se encuentran antes de llegar a Ebbing, una
ciudad imaginaria creada por el realizador para dar rienda suelta a su idea de
la Am
érica
profunda. En realidad Tres anuncios en las afueras est
á rodada en Sylva, una localidad de Carolina
del Norte donde no falta esa gran calle central en la que est
á ubicada la comisar
ía, donde transcurre una
parte de la acci
ón, y por la que transita con seguridad y desenfado la protagonista de
esta historia, Mildred, interpretada por Frances McDormand.
Todo en Tres anuncios en las afueras
transcurre con tranquilidad, casi la misma que se han tomado las autoridades
para no resolver el caso de una chica de la localidad violada y asesinada siete
meses antes. Por eso Mildred, la madre de esa joven, cansada de esperar, decide
hacer su propia llamada de atención recriminando a las autoridades, que parecen
haberse olvidado del caso, a través de tres enormes carteles publicitarios que
se encuentran a la entrada del pueblo. Y es entonces cuando saltan todas las
alarmas y cuando se descubre la ineptitud del sistema, la fortaleza de algunas
personas, la hipocresía de otras, la manipulación, el valor y tantos y tantos sentimientos
que McDonagh ha sabido contar dando prueba del gran dramaturgo que sigue
habitando tras el realizador de cine que es actualmente.
Uno de los momentos fundamentales del filme
tiene que ver con la toma de posicionamiento del pueblo ante la acción de Mildred. Y ahí se encuentran desde el
sacerdote de la localidad hasta el dentista. Para el primero, la madre coraje
no tiene más
que palabras de desprecio y ante el segundo protagonizará una secuencia difícil de olvidar. Y es que Geoffrey, el
dentista de Ebbing, un hombre obeso y con aspecto un tanto desaliñado, está más atento al que dirán que a hacer un trabajo profesional. Cuando
Mildred se sienta y le habla de un problema con una pieza dental el dentista
solo plantea la extracción. Ella le sugiere que lo mire, pero él insiste. Tampoco parece tener mucho interés en utilizar anestesia
pero, ante la petición de la paciente, accede. Lo que Mildred no aguanta, aún con la boca dormida,
es que Geoffrey, con la turbina en funcionamiento en la mano, le hable de la cantidad de buenos amigos de
Willoughby (Woody Harrelson), el sheriff de la localidad, que estarían dispuestos a defenderle de personas como ella
que solo quieren acabar con la armonía y la paz reinante en el pueblo. Ante eso la
actitud de la paciente consiste en arrancarle la citada turbina y aprovechar
para hacerle un agujero en el dedo pulgar perforándole la uña, antes de salir
por la puerta con la boca aún dormida y dejando al odontólogo dando gritos de
dolor. Todavía durará el
poder de la anestesia cuando Willoughby, la encuentre en el bar y le pregunte
por lo sucedido. “¿Hiciste un agujero en el pulgar de ese gordo?” “Su mano resbaló y se hizo el agujero”. El diálogo entre ambos se cierra con la afirmación categórica por parte de él: “No me gustan los
dentistas. A nadie le gustan los dentistas”. Woody Harrelson da vida a uno de los
personajes más
intensos de la historia, junto con el de Frances McDormand; ambos habitan en
una realidad inamovible, a pesar de sus esfuerzos.
Tres anuncios en las afueras no es una película de buenos y malos,
ni siquiera de justos o injustos, pero sí habla de maldad y también de buenos sentimientos cubiertos por muchas
capas de mediocridad o de impotencia. Los enormes y llamativos anuncios de
Mildred son en realidad una llamada de atención ante ese
adormecimiento social que, en esta ocasión, ha aturdido a un pueblo inexistente pero,
en muchos aspectos, real.
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