Todo empezó, lo cuenta la
protagonista principal de esta historia Julita Salmerón, con la búsqueda de una
vértebra. En concreto la de su abuela, bisabuela a su vez del realizador de
este documental, Gustavo Salmerón. El problema es que el hueso, que en su día se guardó con sumo cuidado en una
caja, a la hora de empezar a rodar se encontraba perdido entre miles de objetos
de todo tipo y condición. A la vista de todo lo que viene a continuación, lo
cierto es que el proyecto podía haber comenzado con la búsqueda de una
dentadura postiza, porque también aparece una en este hogar en el que los
toques surrealistas están inmersos en medio de un síndrome de Diógenes cultivado durante
décadas por una singular familia.
El
documental resulta excepcional desde su propio título, pero es que los deseos
de Julita Salmerón fueron desde siempre tener muchos hijos, poseer un mono y
ser la dueña de un castillo. Y al final, consiguió los tres, porque fue madre
de seis criaturas, llegó a vivir con un pequeño simio del que al final tendría
que deshacerse, ya que no era tan cariñoso y pacífico como había soñado, y
logró heredar un castillo, aunque tampoco esto les duraría para siempre y lo
único que al final conseguiría sería
tener muchos más objetos para conservar el día que tuvieron que deshacerse de
aquella enorme propiedad.
Gustavo
Salmerón, que ha trabajado como actor en numerosas películas
(Remake, Reinas, Asfalto…) y que ha dirigido algún cortometraje y
un par de documentales, no ha dejado pasar esa oportunidad que le daba el
pertenecer a una saga familiar tan peculiar y, sobre todo, el tener una madre
capaz de colocarse ante una cámara como si lo hubiera estado haciendo toda la
vida, de abrir sin pudor los armarios de su casa para que los espectadores
conozcan lo que hay en su interior y de contar desenfadadamente esas historias
personales que, habitualmente, suelen pertenecer al ámbito de los amigos y
familiares. Precisamente es en ese contexto donde, seguramente, sería hasta
ahora de sobra conocida la aventura que le ocurrió a Julita aquella vez que fue
a tomarse un café y,
preocupada como ha estado desde hace años por el exceso de peso, decidió
utilizar sacarina en lugar de azúcar. Su
sorpresa fue que en aquel sabroso café apareció un diente y que lo que parecía un imperdonable fallo del
establecimiento tenía que ver en realidad con aquella pequeña cajita de la
sacarina que contenía los dientes de leche de sus niños y no un sucedáneo del
azúcar. Aquella costumbre seguramente no era exclusiva de la familia Salmerón,
ya que en algunos hogares se guardaban durante algún tiempo los pequeños
dientes de leche de los retoños, seguramente tras habérselos arrebatado al
ratoncito Pérez. Pero en el caso de Julita la caja de los dientes de leche pasó
a engrosar el archivo familiar y a protagonizar una más de las aventuras que ha
vivido por culpa de su afán de
conservación.
Vértebras,
dentaduras, postizas, dientes de leche…
el síndrome de Diógenes
sobre el que bromea Julita Salmerón incluye la conservación de elementos tan personales
como esos. Todos debidamente guardados en cajas, algunas de las cuales llevan
su correspondiente letrero indicando el contenido, y que vivían apiladas en
habitaciones sin uso posible, hasta que Gustavo Salmerón los ha descubierto con
la excusa de este trabajo que, en la edición de los Goya 2018, se hizo con el
Premio al Mejor Documental.
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Título original: Muchos
hijos, un mono y un castillo; Año:2017; Duración: 90 minutos; País: España; Dirección: Gustavo
Salmerón; ; Guión: Gustavo Salmerón, Raúl de Torres, Beatriz Montáñez; Reparto:Documentary,
Gustavo salmerón, Julia Salmerón; Productora:Sueños Despiertos |
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