lunes, 30 de mayo de 2011

¡ME HA CAÍDO EL MUERTO!

La película nos presenta al Dr. Pincus, un odontólogo totalmente antisocial y egoísta, que tiene el don de ver a las personas que fallecieron pero que no abandonaron este mundo

Asistiremos a una transformación al más típico estilo hollywoodiense. Al fi nal, además de ser mejor persona, nuestro protagonista será también mejor dentista

Un día, por una operación rutinaria que no sale del todo bien, el Dr. Pincus (Ricky Gervais), que adora su trabajo y su soledad, cree sufrir alucinaciones. Ve muertos, fantasmas, que le hablan y le persiguen… En realidad, Pincus ha adquirido un don, el de ver a las personas que fallecieron pero no abandonaron este mundo, por tener alguna cuestión pendiente. Por supuesto, siendo como es, él cree que su habilidad es todo lo contrario, una maldición, un tormento que debe sufrir y del que no puede escapar. Los fantasmas le persiguen, pidiéndole ayuda, invadiendo su querida intimidad.

Reconozco que con semejante título casi me da vergüenza admitir que he visto esta película. Debo decir en mi defensa, que estaba con gripe, hacía frío y la ponían en televisión, así que en un estado casi letárgico ni cambié de canal.

No entiendo ese afán de cambiar los títulos de esta manera, parece que quisieran humillar aún más al espectador. ¿Por qué no dejar el título original, Ghost Town? No lo entiendo, yo creo que con esas ideas pierden espectadores. El caso es que, por una vez, me alegró no haber cambiado de cadena.

En efecto, en nuestra película el protagonista absoluto es un dentista. A diferencia de lo que suele ocurrir en películas protagonizadas por médicos, donde éstos suelen ser guapos seductores que, además, salvan vidas y se convierten en héroes, nuestro dentista nos aparece poco agraciado físicamente y además antipático. Con esta descripción, mal empezamos. Para colmo, va a todas partes con su ropa de trabajo, lo que le da, si cabe, un aspecto aun más zafio.

La consulta del Dr. Pincus aparece en numerosas ocasiones, de la misma forma que vemos su sala de espera, la recepción, sus archivos... Le vemos también trabajando en boca; vemos su instrumental e, incluso, la zona de esterilización. Asistimos prácticamente a la visita guiada de una clínica dental. Nos enteramos, además, de que está asociado a un compañero con quien comparte el equipo de rayos X, dentista también, bastante más simpático y agradable que el personaje que nos tocará soportar.

Así que en lo que respecta a la localización de una consulta dental, situada en un barrio acomodado de una Nueva York, la imagen se ajusta bien a la realidad.

FEO Y ANTIPÁTICO

En cambio, en cuanto a su trato humano… ¡Un desastre! Nos encontramos con un hombre de carácter brusco, nada amable con sus pacientes, profesionalmente correcto, pero frío y distante y, desde luego, nada solidario. En una escena, cuando le proponen que participe en un programa de trabajo en una ONG en el tercer mundo, contesta que él está dispuesto a ser solidario viajando a Saint-Tropez o Palm Springs. No quiere amigos, ni quiere relacionarse con la gente, así que cuando ese don de ver fantasmas le cae del cielo, ante estos personajes que le ruegan ayuda, su actitud es la de huir de ellos. Esto no cambiará hasta que uno de los fantasmas, más tenaz que los otros, le obligue prácticamente a ayudarle para arreglar las cosas con la que fue su mujer, ya que no pudo hacerlo antes de morir.

Aquí, por fin enpieza la transformación de nuestro antipático dentista. Aparece ahora el esquema clásico de una comedia romántica: el tipo duro y amargado se transforma en un hombre sensible y cercano, gracias a la presencia de “la chica”. Termina compitiendo por el amor de la mujer del “hombre fantasma” que le ha pedido ayuda y que en un ataque de celos le insultara llamándole “barrendero de sarro con casaca”. A mí el insulto me pareció gracioso, claro que eso es gracioso siempre que se lo digan a otro.

En cualquier caso, creo que no podemos quejarnos, estamos ante una típica comedia, es normal que al principio el dentista sea desagradable: son sólo exigencias del guión para que veamos después cómo el amor transforma a nuestro hombre. A partir de ese momento, empezará a ayudar a los demás, a relacionarse, a preocuparse por los otros... Asistiremos a esta transformación al más típico estilo hollywoodiense.

Al final, ademas de ser mejor persona, nuestro protagonista será también mejor dentista. La lección está clara, los conocimientos y la técnica son muy importantes, pero no debemos olvidar que tan importante como esto es nuestro trato con los pacientes y nuestra habilidad para hacerles sentirse lo más cómodos y relajados posible.

1 comentario:

  1. En cuanto la vea, critico la crítica. Últimamente nos da por ser los malos.
    A ver si limpiamos un poco de malos la profesión...

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