Un parche que cambia de ojo, personajes serios que adquieren ciertas dosis de comicidad, una huérfana adolescente cuyo carácter es más adulto... Cambios, pequeños o grandes, que hacen que nos preguntemos si estamos ante un remake de la película que diera su único Oscar a John Wayne, o a una nueva adaptación de la novela de Charles Portis. En cualquier caso, lo que es cierto es que nos encontramos ante un filme que, aunque apenas tenga unos meses, ha pasado ya a formar parte de los clásicos del cine.
Los personajes son mucho más reales que los que conocíamos. Los años han hecho que tanto directores como espectadores hayamos perdido, en gran medida, nuestra ingenuidad. Aquellos personajes buenos y malos del western se transforman aquí en seres humanos, con sus defectos y sus virtudes, sus limitaciones y sus grandezas, sus principios y sus contradicciones. Ya no son blancos o negros, sino seres humanos donde se declinan toda la gama de los grises.
Jeff Bridges interpreta el papel que en su día interpretara John Wayne. Los hermanos Coen transforman a aquel héroe en un personaje sucio, borracho, mentiroso y prácticamente fuera de la ley. Bridges ofrece una excelente actuación como atípico sheriff, pero desde luego valor no le falta, y eso es lo que anda buscando nuestra protagonista.
Laboeuf, llevado a la pantalla por Matt Damon, es un personaje con altas dosis de comicidad. Vanidoso, engreído y charlatán, será sin embargo capaz de tanta constancia y valor como sus compañeros de reparto.
LA NIÑA
Después de ver esta versión de los Coen, sentí curiosidad por volver a ver la película que en 1969 diera el papel de Mattie a Kim Darby. La niña aquella es como la recordábamos: pesada, gritona y poco creíble. Todo ello debido a la mediocridad de aquella actriz que, por cierto, no era tan niña cuando interpretó a Mattie -debía de tener casi 20 años-.
Sin embargo, en esta ocasión, Hailee Steinfield -de 14 años, la misma edad que el papel que representa- da vida a un personaje más real, que consigue convencernos, y que retoma el protagonismo que tenía en la novela.
Hasta aquí los personajes principales, y llegamos ya a los secundarios. De estos solo hablaremos de uno, y claro, cómo no, será un dentista. Descubriremos un personaje espectacular que, pese a sus breves apariciones, nos seduce totalmente. Será Ed Corbin quien de vida a nuestro “sacamuelas”. Cuando aparece, tanto a pie como montado a caballo, cubierto por la piel de un oso, sabemos que en cierta medida él representa la esencia misma de los westerns e, incluso, el propio nacimiento de los Estados Unidos.
Los dentistas en este tipo de películas siempre han sido personajes duros, unas veces auténticos villanos y otras hombres buenos, pero en cualquier caso absolutamente necesarios… y para ello sólo recordar un par de escenas donde Matt Damon, después de una pelea, donde le golpean en la boca, echa de menos al “hombre oso”. Nuestro dentista no se disfraza con piel de cordero. La elección del oso nos muestra la dureza de un oficio que comenzó con pocos medios y en el que era imprescindible tener agallas, tantas como las que, en otro contexto, reclama la protagonista: “I need a man with true grit”.
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